Martín Abad en: AÚN 44 Salón Nacional de Artistas

El interés en la obra de Martín Abad indica la necesidad de revisar su proceso creativo desde el campo actual del arte. Martín es un ícono en Pereira, su carga se define en el trayecto de su obra cuando desde la década de los años sesenta sus performancias en la plaza de Bolivar configurarían un aura a su alrededor, su muerte pronunciada en carteles y prensa, sumada a sus notables apariciones en fiestas en el Club Rialto como busto escultórico y acciones provistas de mapas culturales en diversos espacios de la ciudad, señalan el reconocimiento de rasgos implícitos, por lo tanto reconocibles, del primer artista adelantado a su generación. Escritor, comerciante, escultor, performer, disc jockey, instalador y arquitecto entre otros modos de creación, configuran en él su saber del arte, su creación de realidad, a la manera de un artista silvestre.


Es vital comprender la relevancia de su obra en el Salón Nacional de Artistas, siendo ésta su primera participación en el evento y teniendo presente la continuidad de su producción estética, la cual hace visible su trayectoria, no desde una curaduría retrospectiva o documental, sino desde una obra viva y real a su hacer actual, lo anterior gracias al grupo Otún conformado con sus amigos y artistas Mauricio Rivera Henao y Álvaro Hoyos Baena con quien Martín ha realizado innumerables trabajos artísticos.


El templo de creación de Martín ha sido desde las últimas décadas la relación entre el arte y la naturaleza, él no la ve como colono, ni turista, pues con justa razón ha vivido como la institucionalidad del paisaje cultural cafetero lo ha aplanado en una imagen mercantil y contemplativa, por lo tanto, ficción de la dureza y agresividad de lo natural. Para Martín el paisaje no se inscribe en categorías del edén, la añoranza, lo cafetero y el romanticismo ligado a estas superficies culturales. Sin duda para él, la carga de la naturaleza le ha hecho aislarse en su mundo, puesto que llegar a su casa es pasar por varias entradas a guaduales, charcos, sembrados y puertas, para encontrarse con una coraza salvaje y expansiva de obras de arte provistas de su energía vital, ligadas éstas a su corazón y emotividad. Ese mundo de Martín esta desprovisto de comodidades modernas por decisión propia, ahí en su casa está entre otras, la bandera del Club Rialto de Pereira, actual sede del Salón Nacional de Artistas, también hay uno de tantos hombres del homenaje a los caídos, torta hecha a mano, mazorcas de metal, un tarrito con Yagé, huesos humanos, libros y un vitral que trajo de la casa de Marcel Proust y que ha repartido entre Daniel Santiago Salguero y nosotros.


Las obras de su hogar y objetos como la bandera del Rialto pertenecen a su cuerpo próximo, su intimidad, su tierra, estos apéndices no salen de allí «así el presidente (sea cualquier hampón) venga y le pida una silla», (comentario hecho a Wilson Ospina y Álvaro Hoyos en la producción de La Tienda de Los Milagros, 2009). Sacar algo de su casa es amputarlo, además para qué hacerlo si AÚN crea, si AÚN hace arte sin hacer arte; si todavía hace obra sin hacer objetos o cosas. Esto nos permite unirnos a dicho fenómeno de la naturaleza de autorregulación y automaticidad, si se quiere de orden -divino- como su anhelada obra del Bollo, provista de adjetivos elocuentes a su gesto, belleza y proximidad de su propia mierda, para también nosotros dar continuidad a esa ruta histórica de su esencia artística, de –hacer obra posproduciendo- cambiando las cosas de lugar, uniendo símbolos y convenciones cotidianas tatuadas en objetos del paisaje cultural, iluminando raíces y haciendo lo que él sabe hacer, esté donde sea y como sea. Todo ello, su casa, su obra, y lo otro que lo estimula fuera de ella se contiene en un universo con un centro vacío; lleno de su poder creativo, la naturaleza.


Nuestra propuesta enfatiza en el rol de artista contemporáneo que él encarna desde la década del sesenta, su interés ha sido señalar acontecimientos y devenires culturales de la ciudad de Pereira, al configurar un universo en el que de manera explícita el territorio topográfico de la Perla del Otún ha nutrido el hilo de su obra, en un juego dialéctico de envolver y develar el aura de los objetos que han traducido sus postulados artísticos.


El homenaje a la Arepa, a los Hombres Caídos, la exposición de Crispetas , Vela-velita-velón, las plantas medicinales de La Tienda de Los Milagros, sus esculturas en chatarra entre muchas otras obras, permiten reflejarse en su amplio pozo estético y en él ver la virtud reflejada de su desmaterialización como artista, referencia puntual al empoderado cultural y hegemónico lleno de un saber jerarquizado y encapotado por la visibilidad y el poder de su producción, de un alguien o institución.


Martín nos provee de superficies y significantes culturales del rol del artista y su valor cíclico en la conciencia histórica del arte; él no crea algo más para la despensa de producción, por el contrario señala desde dicha historicidad un hecho, particularidad o fenómeno. A él le interesa más recoger una rama de donde vive en el bosque, e iluminarla en una sala de exposición, contener platanitos fritos en una urna de vidrio o ir con Álvaro a un taller donde le peguen puntos de soldadura a dos pedazos de chatarra. Su definición se ampara en la noción del desuso del artista-autor, por lo tanto en la ilusión de utilidad de su producción mercantil y estilística. Sin duda su autenticidad silvestre le permite ver desde ese centro del universo y a través de los espejos de su generación de pares artistas, su singularidad, ya que él desde sus inicios proyecta la desconfiguración de sí mismo y del objeto arte al colaborar de su obra con decenas de profesionales como panaderos, artesanos, dulceros, músicos y agricultores, además de la motivación reciproca con los artistas: Viviana Ángel Chujfi, Carlos Nicholls, Javier García, Fernando Henao, John Wilson Ospina y Hernando Hoyos, quienes por subrayar la relevancia de Martín en el ámbito del arte, compartieron la alborada cultural en la ciudad de Pereira, en consecuencia un equipo de artistas que AÚN interactúan y continúan produciendo.


Es interesante comprender como desde nuestra iniciativa y cocreación, Martín establece una relación de interés al ámbito artístico, conectando un nodo con otro de forma repetida hasta borrar su propia identidad, posición que advierte un flujo en doble dirección de la inautenticidad de un autor; esto, a través de décadas de su producción. Para nosotros la relación autor-coautor en la obra para el Salón Nacional de Artistas “Río Escultor de Piedras” se configura con sentido improductivo, puesto que la condición inicial de autoría de la relación naturaleza-arte o lo ya producido por otros se define como aspecto esencial con el cual nosotros interactuamos como coautores.

Martín Alonso Abad Abad

Jericó (Antioquia) – Colombia, 1940. Estudios de Arquitectura en la Universidad Bolivariana de Medellín y Universidad La Gran Colombia de Bogotá.

Su vida es su obra y como ella, fluye y se alimenta de su naturaleza, sus intereses en el arte se han cruzado por la diversidad cultural de lo que vive. Su trabajo ha sido instalar en espacios públicos y privados todo lo que es punto de reflexión personal. Ha realizado numerosas exposiciones individuales en Bogotá, Medellín, Armenia, Jericó y Pereira además de, más de 35 exposiciones colectivas en varias ciudades del país como Cartagena, Armenia, Manizales y Pereira entre otras, con obras como “La Tienda de Los Milagros”, Museo de Caldas, Manizales. “Club Rialto”, Martín Abad con Aníbal Gíl y Luciano Jaramillo. “Maestros de fin de siglo” Museo de Arte de Pereira. “Nueve artistas jóvenes del Viejo Caldas”, Museo de Arte Moderno de Cartagena. “VI Abril artístico de Medellín”, Universidad de Antioquia. “Cuarto Salón de Artistas”, Museo de Arte Contemporáneo, Bogotá. Fue secretario ejecutivo de la Sociedad de Amigos del Arte durante 4 años. Ha participado activamente en la vida cultural de la región con numerosas intervenciones públicas, entre ellas, las realizadas en la Plaza de Bolívar de Pereira durante ocho años consecutivos. Ganador del concurso de novela “Ciudad Pereira” en 1987 con la obra “Coclí-Coclí el que lo ví lo ví”. Su cuento “Monumenpsicosis” se publicó en el año 2003. Reside en La Florida-Pereira, Colombia.